Tesis que efectua un analisis ampliamente documentado del rol de las mujeres en las Fuerzas Armadas y especialmente sobre la necesidad y conveniencia de incluirlas en unidades de combate.

lunes, 12 de noviembre de 2007

V.- EL CÍRCULO ÍNTIMO 1.2 | La Sexualudad

3.- LA SEXUALIDAD

Ningún análisis del tema que estudiamos puede ignorar la sexualidad y sus implicancias reales y prácticas. Más aun, si se considera que parte de los problemas que ha debido enfrentar la presencia femenina en el castrum, se sitúa dentro del espectro de lo sexual. Tratar el punto puede conducir a conclusiones que posibiliten una comprensión más cabal de la vida de la mujer en las FF.AA.

Aunque ya casi no se oiga hablar de la “liberación femenina”, la proliferación de artículos, libros, foros y otras formas de expresión, que abordaron este tema en los años 60 y 70, dejó sus huellas profundas en la sociedad contemporánea. La temática acerca de la mujer oprimida por patrones machistas de conducta sexual, se integró con facilidad al discurso feminista que pretendía la obtención de derechos civiles y se extendió a terrenos en los que ya no venía al caso librar batalla alguna.

Desde el momento en que la moral sexual experimentó un importante debilitamiento y coincidentemente la mujer se integró en forma masiva al mundo laboral, dejó de tener significación hablar de liberación femenina en el sentido de sustraer a la mujer del poder absoluto del varón.

La tendencia moderna de discutir abiertamente cualquier tema, se basa en la premisa de que la libertad se manifiesta en el derecho a la libre expresión. Pero como la libertad no se limita a la simple manifestación verbal, se ha pasado a los hechos. No basta ya con expresarse, es necesario actuar. Estas circunstancias han llevado a la erradicación del tema de la sexualidad del terreno de la moralidad, con las innumerables consecuencias que ello ha traído consigo y que no son motivo de análisis en el presente trabajo, salvo en los aspectos que dicen relación con su impacto en la forma como hombres y mujeres interactúan en el medio social particular del mundo militar.

Mientras la moral dictaba las pautas de la conducta sexual el comportamiento de hombres y mujeres estaba claramente diferenciado. Al varón, a quien se atribuía un rol activo, le correspondía tomar las iniciativas, mientras la mujer, asumía una actitud más bien pasiva o actuaba de un modo tal que así lo pareciera.

El hecho de que la moral sancionara como ilícitas las relaciones sexuales fuera del matrimonio, decidía la forma como dichas relaciones eran percibidas por la sociedad, obligando a los amantes a una relación clandestina o a tener que tolerar la inevitable reprobación pública. Era natural que se prefiriera la clandestinidad al rechazo social, salvo que se gozara de una posición tal que este rechazo no representara problema alguno. Así, se conocieron casos de vida sexual extramarital, a veces adúlteros, entre personajes famosos, pero muy pocos entre las personas comunes y corrientes.

La percepción que la sociedad tiene respecto de estas cuestiones, ha cambiado radicalmente. Es evidente que la temática sexual ha adquirido tintes muy distintos a los de antaño, no sólo en lo que a la unión matrimonial se refiere, sino al sentido que se da a las relaciones sexuales. Mientras la unión sexual era la culminación de la relación de afecto entre varón y mujer, aun cuando no tuviera lugar en el contexto del matrimonio ni con vistas a una posterior formalización, no se esperaba que toda relación afectiva terminara necesariamente en ello. Había algo de misterioso, muchas veces prohibido, que daba al sexo la condición de tema reservado sólo para los momentos íntimos y que no se ventilaba públicamente.

El desprendimiento de lo sexual del campo de la moralidad ha modificado apreciablemente la forma como se aborda hoy el tema del sexo y sus implicaciones. Discutirlo públicamente, incluso si se trata de situaciones personales no puramente hipotéticas, es algo que no sólo no es reprensible, sino digno de elogio, señal de franqueza, de apertura, de espontaneidad. La libertad de expresión llevada a su más depurada manifestación.

De igual manera se pasa de la expresión a la acción. Dejando a un lado los excesos como la pornografía o la prostitución, en muchos sectores sociales la relación sexual. ya poco o nada tiene que ver con la afectividad humana y con sus consecuencias naturales, como la procreación y el fortalecimiento de los vínculos afectivos. Con creciente frecuencia las mujeres adoptan conductas de franca agresividad en el juego de la seducción, en las que lo misterioso del sexo opuesto no tiene ninguna participación. Simplemente se trata de dar satisfacción al impulso momentáneo, algo tenido tradicionalmente como un comportamiento exclusivo del varón, que era sancionado negativamente por la moral, aunque no tanto por el medio social. Esta conducta, practicada por la mujer, siempre fue reprobada por la moral y por la convención social. Actualmente ya no recibe la misma sanción, aunque todavía provoca algún estupor. Para muchas personas, hombres o mujeres, la actividad sexual es vista simplemente como una forma de entretención, de pasar un buen rato o como una manera más de quemar energías, junto al trote, la danza aeróbica o el ciclismo.

La incorporación irrestricta de la mujer al mundo militar tiene muchas semejanzas con la nueva forma femenina de comportarse en el terreno sexual, en el sentido de que ya no se hace diferencias entre la conducta varonil y la femenina. En el mundo laboral esta nueva forma de comportamiento femenino se ha hecho cada vez más frecuente, dado que las oportunidades para contactar personas del sexo opuesto se han multiplicado. Cuando la presencia femenina en las FF.AA. se ha hecho masiva, el fenómeno se ha trasladado de la vida civil al cuartel, con las necesarias condicionantes que impone cada sociedad.

La aparición de relaciones íntimas entre los compañeros de ocupación, muchas de ellas llevadas a cabo en horas de trabajo o en los puestos de guardia, con el consiguiente riesgo para la seguridad, es una realidad que afecta seriamente a las FF.AA. mixtas. La clandestinidad sexual constituye la norma, debido a que las reglamentaciones prohíben expresamente las relaciones sexuales en las unidades y reparticiones. No han faltado bullados casos de miembros de unidades navales mixtas que se reúnen en sitios privados, en tierra, a celebrar fiestas de sexo, alcohol y drogas, para resarcirse de las restricciones que el servicio les impone durante las horas de trabajo.

En los EE.UU. el significativo incremento de mujeres embarazadas a bordo, comienza a representar un problema para la administración del personal. Esta situación obliga a desembarcarlas en circunstancias que las unidades han alcanzado sus niveles de entrenamiento para ser desplegadas en las áreas de interés o ya se encuentran en dichas áreas, siempre alejadas del territorio metropolitano. Un reemplazo en tales circunstancias implica una baja importante en los niveles de rendimiento y un considerable costo en transporte de personal, repatriación, etc. Los cuidados médicos para estas mujeres también son causa de preocupación, pues las unidades a flote no siempre están en condiciones de darles la atención que su estado requiere.

Terence P. Jeffrey en Human Events, revelaba el serio problema que para las fuerzas norteamericanas en Irak y Afganistán representan las mujeres embarazadas. Lamentablemente, los interesados en investigar el tema se han encontrado con la reticencia de las autoridades a dar a conocer antecedentes, aduciendo la necesidad de proteger a las personas y a las FF.AA. En la primera mitad del año fiscal iniciado en octubre de 2003, 922 mujeres habían abandonado el Ejército por motivos de embarazo. Muchas de ellas son solteras. Las estadísticas del año fiscal 2002, señalan que la Armada debió desembarcar 2.159 mujeres embarazadas, las que representaban el 12,3% del total de tripulantes femeninos presentes a bordo. Según una investigadora, las FF.AA. se han convertido en el paraíso de las madres solteras, atendiendo a las garantías que el servicio otorga a las mujeres en esta condición.

Otra arista del problema sexual en las FF.AA. es el uso del atractivo de la mujer o, directamente, de la actividad sexual, con el propósito de conseguir ciertos beneficios. En realidad, este tema se toca muy poco pero es tan real como el de los abusos sexuales. De hecho, la información acerca de este punto casi no existe, pues tanto oferentes como demandantes, guardan un muy cauto silencio, por razones obvias. No obstante, en la vida militar sólo los planes de guerra son mantenidos en secreto. Todo cuanto ocurre en la unidad o el buque, tarde o temprano llega a conocimiento de todos, aun cuando la calidad de la información que circula extraoficialmente, siempre deja mucho que desear.

La sola sospecha de la existencia de situaciones anómalas en las que pueda haber mujeres involucradas, llenará el ambiente de rumores y comentarios abiertamente maliciosos. A mayor estrechez de los espacios físicos y duración de los períodos de aislamiento o navegación, tanto más incómodo se volverá el ambiente. Es muy fácil deducir las consecuencias en la disciplina y en la moral.

El hecho de conseguir algunos favores que por las vías regulares no se obtendrían, sea cual sea la moneda de cambio, es una grave ofensa a la disciplina, pues atenta contra la justicia, virtud clave en toda convivencia. Un beneficio otorgado de manera irregular siempre irá en desmedro de otro individuo con mejores derechos. De allí que en muchas partes, el uso de influencias para el logro de favores, sea perseguido como una forma de corrupción. Frente a este problema, nos encontramos con que en algunas oportunidades, los mandos pasan a ser tan víctimas como las mujeres que son sometidas a los acosos de sus superiores.

Cuando la corrupción se introduce en los cuerpos armados, los resultados pueden ser desastrosos, debido a que despierta la desconfianza del personal hacia su mando, corroe la cohesión y genera el rechazo masivo del conjunto hacia quienes resultan injustamente beneficiados. Se puede llegar al extremo de que el otorgamiento de cualquier regalía, incluso legítimamente obtenida, despierte las sospechas del grupo. El problema se convierte en un drama para las mujeres cuyo desempeño ha sido en todo momento correcto, ya que las sospechas de que también están incurriendo en prácticas reñidas con la moral, recaerán necesariamente sobre ellas. También se resiente la confianza que los mandos despiertan entre los subalternos. El sentimiento de rechazo hacia todas las mujeres, pasa a ser generalizado entre los varones.

Los problemas referidos a la actividad sexual antes reseñados, están presentes en todas las ramas de las fuerzas armadas donde sirva personal femenino, debido a que en todas ellas se dan las condiciones propias de la vida de cuartel, marcadas por un alto nivel de enclaustramiento, escasos espacios para la intimidad individual, numerosas ocasiones y lugares donde se pueden producir encuentros furtivos, etc.

La camaradería entre varones asume una forma muy diferente a la que se puede dar entre personas de distinto sexo. Mientras entre varones militares la camaradería generalmente no tiende a ser selectiva, pues todos se dan a todos, entre hombres y mujeres tiende a ser selectiva. Cada uno busca “apropiarse” del otro, de modo más o menos exclusivo, generándose problemas de celos, y otros que no tienen relación con la cohesión necesaria entre combatientes. En algunas legislaciones, es obligatorio el adoctrinamiento para evitar que el compañero del otro sexo, sea visto sólo o principalmente como un individuo marcado por la sexualidad. Es decir, se impone una enseñanza contraria a la naturaleza humana, que se traduce en la práctica, en que el varón no mira ni se relaciona con su compañera de armas femenina, a fin de evitar sanciones o malos entendidos. La camaradería resulta entonces, un producto escaso entre los integrantes de unidades mixtas.

Los militares también tienen claro que estas situaciones representan un serio resquebrajamiento de la disciplina, pues se deforma el modo como deben relacionarse las personas sometidas al estricto régimen castrense, que se vinculan mediante la jerarquía y la subordinación. Los aspectos que se ven más seriamente afectados por el factor sexual, como la camaradería y la confianza hacia el superior, merecen una consideración especial. La camaradería ya ha sido analizada en su momento, de manera que nos enfocaremos en la confianza.

La vida militar propone a quien la cultiva una cuestión de la máxima importancia. Al superior se le reconoce la potestad de enviar a sus subordinados a la muerte. De allí que al jefe le compete la difícil tarea de despertar un grado de adhesión casi absoluto, que en otras profesiones o circunstancias sería fácilmente asimilable con el fanatismo. Ese grado de adhesión no se consigue si no se cuenta con la firme confianza de que quien manda, sabe perfectamente lo que está haciendo y de que no expondrá las vidas de sus camaradas, por muy inferiores que sean en jerarquía, si no hay razones más que justificadas. Perdida la confianza en el mando, el entusiasmo de las tropas pierde el vigor que garantiza el éxito en la empresa bélica.

La confianza no se gana por el simple expediente de contar con los atributos legales conferidos por el mando. Se gana con la autoridad que emana del conocimiento profesional, con la estrecha relación entre superiores y subordinados y con la justicia con que el jefe ejerce las funciones de mando. Cuando en el mundo castrense el jefe adopta un patrón de conducta diferenciado, no en razón de la jerarquía o de las funciones desempeñadas sino del sexo de sus subalternos, las personas que se sienten discriminadas reaccionan negando a ese jefe la confianza de que éste debe gozar para el logro de sus cometidos.

La ausencia de confianza en la relación militar, que necesariamente debe ser mutua, imposibilita definitivamente la creación del vínculo vital de la camaradería entre los hombres de armas.

Otro aspecto interesante de la confianza guarda relación con la necesidad de que este sentimiento surja entre los pares. La creación de sentimientos de confianza entre compañeros, que se relaciona muy estrechamente con la existencia de un ambiente de sana competencia en la que no influyen más factores que el talento o el esfuerzo, es muy difícil de alcanzar en las FFAA mixtas. Esto, por las obvias diferencias que se deben aceptar para crear espacios femeninos. Entre los varones no puede surgir confianza respecto de una recluta que por tener exigencias físicas inferiores lleva todas las de ganar. A ella le basta con tener el “sexo correcto”.

Un problema particularmente delicado, es el de las dificultades a que se ven sometidas las mujeres cuando son víctimas del llamado acoso sexual. La enorme cantidad de casos de acoso o de abuso sexual en los cuerpos armados que se denuncia en los tribunales civiles y militares, en particular en los Estados Unidos, habla a las claras de un problema que es gravísimo, tanto por su extensión y consecuencias, como por las dificultades que enfrentan los mandos militares para erradicarlo. El tema ha sido ampliamente estudiado y difundido en los EE.UU. y en menor medida, en España. De allí que la mayor parte de la información que se conoce proviene del país del norte de nuestro continente.

La disciplina, factor de primordial importancia en la eficiencia de las fuerzas armadas, es también víctima de estas situaciones. Estos abusos definitivamente dañan la cohesión al interior de las unidades castrenses, distorsionan la percepción de autoridad que debe reinar en las tropas y generan sentimientos de revancha, que pueden convertir al soldado propio en un enemigo en los momentos en que se deba enfrentar al adversario en combate.

Un factor adicional, es el representado por la gran dificultad con que se enfrentan los mandos para poder probar efectivamente la comisión de estos atropellos. También se ha denunciado a los mismos mandos por su mínimo interés en resolver estos casos, ya que ellos también estarían condicionados por los prejuicios respecto de la mujer como miembro de las fuerzas armadas. Se puede alegar a su favor, que algunos casos denunciados pueden corresponder a intentos de las reclutas por desprestigiar a superiores estrictos en el cumplimiento de sus funciones de conducción de personal. Las situaciones denunciadas deben ser analizadas cuidadosamente antes de sancionar o sobreseer a los acusados.

Es aquí donde se aprecia con mayor claridad la enorme distancia que media entre el mundo civil y el militar. Sin perjuicio de que se deben evitar y sancionar los excesos del mando, la función conductora de un superior no puede verse restringida por la amenaza permanente de una acción legal motivada por el malestar de un subordinado.

El impacto que estas situaciones han causado en la sociedad norteamericana se ve claramente reflejado en internet, donde es muy fácil encontrar decenas de páginas dedicadas a tratar el tema. Generalmente bajo la forma de denuncias, algunas anónimas, otras a cara descubierta. Estas últimas, hechas en su mayoría por personal femenino en retiro. La televisión también ha tratado extensamente el tema, tanto mediante series, como a través de “talk shows” y documentales.

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