Tesis que efectua un analisis ampliamente documentado del rol de las mujeres en las Fuerzas Armadas y especialmente sobre la necesidad y conveniencia de incluirlas en unidades de combate.

viernes, 16 de noviembre de 2007

IV.- PROCESOS DE INTEGRACION 1.0

1.- LA INTEGRACIÓN DE LA MUJER A LAS FUERZAS ARMADAS COMO IMPERATIVO POLÍTICO.

En un mundo marcado cada vez más por el igualitarismo, uno a uno han ido cayendo los bastiones exclusivamente masculinos. Cualquier diferencia que se haga, en razón del sexo, recibe una muy rápida y enérgica condena social, aun cuando tal diferencia responda a imperativos totalmente ajenos a la voluntad humana, como son los derivados de la fisiología. Uno de estos bastiones ha sido desde siempre, el mundo militar.

La presencia femenina en las fuerzas armadas no es nueva, sólo que en algunas áreas no ha sido en un plano de igualdad con el varón, tanto en lo que se refiere a las funciones específicas, como en cuanto a las oportunidades de acceso a las posiciones jerárquicas más elevadas.

Por lo general, el acceso de la mujer a la vida militar ha seguido al ingreso femenino a ciertas profesiones u oficios en la vida civil. Así, cuando se admitió el ingreso de mujeres en el campo de la abogacía o de la medicina, pronto las fuerzas armadas contaron con mujeres abogados o médicos en sus filas. Mucho antes, la aparición del oficio femenino clásico en la actividad económica, el de secretaria, evolución natural del aún más antiguo de dactilógrafa, había abierto las puertas del campo militar a la mujer.

Pero sin duda, que la presencia de la mujer como enfermera en los ejércitos, antecede a todos los casos anteriores. No obstante, la existencia de ellas era un suceso que sólo ocurría durante las campañas bélicas. Hasta la Primera Guerra Mundial, los cuerpos de enfermeras eran cubiertos principalmente por voluntarias, que recibían instrucción sólo cuando se presentaba la emergencia. Esta característica se mantuvo incluso en aquellas instituciones que al inicio de la Gran Guerra ya contaban con cuerpos de enfermeras. Terminado el conflicto, las damas retornaban a sus ocupaciones habituales.

En los albores del siglo XX aparece en escena un nuevo fenómeno: el sufragismo. Tanto en Europa como en Estados Unidos, se desató una fuerte corriente que abogaba por el derecho femenino al voto. Con más o menos suerte, los diferentes movimientos fueron alcanzando sus metas, tras lo cual emprendieron una nueva campaña, consecuencia natural de la anterior: el derecho a ocupar cargos públicos, en especial cargos de elección popular. Como ya lo hemos mencionado, las dos guerras mundiales abrieron definitivamente el mundo laboral a la mujer, la que adquirió conciencia de que su número constituía un gran capital político.

También los políticos captaron esta nueva realidad. Atender a las necesidades y demandas femeninas puede fácilmente modificar cualquier resultado en las urnas, con el agregado, de que muchas de tales necesidades y demandas no conocen barreras sociales ni políticas.

No es de extrañar entonces, que los grupos que abogan por mayores oportunidades para la mujer hayan logrado triunfos significativos, llegando a imponer criterios sociales que en muchas legislaciones han adquirido rango de ley. Tal es el caso de la así llamada “no discriminación sexual”, que consiste en no considerar ninguna diferencia entre hombre y mujer, en orden a acceder a derechos y beneficios de cualquier tipo. En los Estados Unidos, la legislación federal así como numerosas legislaciones estaduales, contemplan la existencia de organismos cuyo único fin es velar por la perfecta igualdad de derechos entre todos los ciudadanos, para ocupar puestos en los organismos fiscales o privados. Se ha llegado a fijar cuotas a ser cubiertas por cada grupo minoritario o “discriminado”. Así, el poder ser clasificado como miembro de un grupo “discriminado” es una buena forma de acceder a puestos a los que probablemente, por talento, no se podría postular con razonables probabilidades de éxito.

Como en toda corriente de pensamiento, hay extremos. En el caso de los partidarios del ingreso irrestricto de la mujer a las FF.AA., hay grupos que niegan la validez de cualquier restricción, incluso si esta surge de cuestiones totalmente ajenas a la voluntad humana. Si las limitaciones existen, ellas deben ser superadas. El costo material o los sacrificios que la adaptación exija, carecen de importancia.

Tal corriente es la que se ha impuesto en nuestros vecinos Perú y Argentina, aunque evidentemente la aplicación de la idea ha debido aceptar la existencia de ciertos límites.

La tendencia en Europa y EE.UU., es eliminar total y definitivamente las barreras. Las FF.AA. han debido adaptarse al cambio. La experiencia ha ido demostrando que no siempre es posible cumplir cabalmente con las directrices que emanan del estamento político y se han hecho oír voces que piden revisar las políticas adoptadas en materia de participación femenina en la milicia, en tanto que algunos estados han dejado que sean los propios mandos castrenses los que resuelvan estos asuntos.

Sin duda, el feminismo ha hecho valer sus postulados actuando a través de los grupos influyentes en la política. Analizado con profundidad e imparcialidad, el feminismo no se diferencia mucho del machismo que dice combatir. La pretensión de que hombre y mujer son “intercambiables” en todas las actividades, el criterio de que la mujer puede hacer todo lo que el varón, se ha traducido en que la mujer se comporta según el modelo masculino, despreciando lo que es propiamente femenino. Las antiguas condicionantes, que determinaban las tareas que podían ser asumidas por la mujer, han pasado a ser juzgadas como convencionalismos retrógrados. Nótese que el feminismo no menciona nunca los deberes femeninos, sino tan sólo los derechos.

En el debate acerca de la presencia femenina en las FF.AA., el feminismo tampoco se detiene en la razón de ser de estas instituciones. Para esta corriente lo que cuenta no es la necesidad de la defensa de la Patria, ni los costos que cambios tan radicales tienen para el Estado. Falta en el discurso feminista, una cuestión evidente: determinar el rol femenino en las FF.AA. No es igual que la mujer haga lo mismo que el hombre hace, que darle un papel que ella haga o en el cual el varón no logre igualarla o superarla.

La corriente feminista pacifista cuya influencia en la vida política moderna es poco importante, aboga por la presencia irrestricta de la mujer en las FF.AA. Tan curiosa postura persigue la eliminación o anulación de las FF.AA., partiendo del supuesto de que sin cuerpos armados no habría guerras. Como no ha habido indicios de que los estados renuncien a contar con FF.AA., estos grupos buscan promover la presencia femenina en la milicia pues perciben que a través de la presencia masiva de la mujer en sus filas, las FF.AA. se feminizarían a tal punto que ya no serían capaces de combatir, lo que sería equivalente a no tener fuerzas militares. No es difícil prever las ventajas que esta situación acarrearía a los países cuyas FF.AA. carecen de mujeres (el mundo islámico, por ejemplo) o limitan su presencia a los campos tradicionales.

A su vez, las corrientes feministas pacifistas presentan algunas variantes. La más notable, es la que denuncia la incorporación de la mujer a la vida militar como un nuevo intento del poder político, considerado enclave masculino, para someter a la mujer. El mundo militar, instrumento de opresión, recurriría a la mujer para cumplir con sus propósitos, pero sin permitirle gozar de las prerrogativas castrenses reservadas a los varones.

El feminismo se une con la izquierda política, en lo que ambos han venido a denominar el “progresismo”. Las feministas sienten que la izquierda, a través de las políticas de gobierno, ha demostrado que actúa beneficiosamente por medio de dos tipos de acciones: las acciones indirectas, porque al generalizar la educación, los servicios sociales, etc. beneficia a la mujer que parte de una situación de desigualdad. Y luego, por la acción directa: crear organismos específicos para luchar contra la discriminación de la mujer, como el caso del Instituto de la mujer, planes de igualdad, etc.

El “progresismo” político partidista de izquierda a la vez hace suyas muchas de las banderas de lucha del feminismo, entre ellas, el tema de la mujer en combate. La mujer “debe” ser incorporada a las Fuerzas Armadas en “todos” los ámbitos, sin importar si ellas, o una parte importante de ellas, no lo desea. No interesan ni los altos costos, ni la tradición, ni tampoco la posible disminución en la eficiencia de las instituciones armadas. Sólo interesa el sentido de igualdad de géneros.

Los sectores que se dicen marxistas y sus aliados políticos, ven la presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas como un problema en donde el género las une, pero la “clase” las divide. Su visión de unas FFAA “Democráticas” en su estructura, en relación al acceso a las escuelas matrices, las que deben estar abiertas a toda la sociedad sin ningún tipo de distinciones, es lo que define claramente su posición sobre el tema.

La gran mayoría “silenciosa” de las mujeres, que aboga por una presencia femenina limitada a los roles tradicionales, no da muchas señales de querer defender sus posiciones en estas materias, en la creencia de que la actual tendencia de abrir el terreno militar sin limitación alguna, es inevitable e irreversible.

Es importante mencionar la aparición en algunos países desarrollados (europeos, especialmente) de movimientos neo-feministas, los que abogan por la vuelta al hogar de las mujeres. Este grupo, busca compatibilizar la vida familiar y profesional a través de empleos a medio tiempo o labores realizadas a distancia.

En materia de independencia de los mandos militares para decidir estos asuntos, hay una gama muy variada, que va desde los políticos que imponen las medidas, sin considerar en absoluto la opinión y experiencia de los militares, hasta los que han dejado que sean ellos quienes decidan, pasando por todas las posiciones intermedias imaginables.

Muchas normas que se dictan para el mundo civil, que dicen relación con la defensa y promoción de la mujer, tienen poca aplicación en el plano militar o requieren de complejas adaptaciones. Los militares se distinguen de los civiles en muchas cosas: el uso exclusivo de determinada vestimenta, la potestad para el uso de las armas, la renuncia voluntaria a derechos considerados sagrados para un no militar, el compromiso solemne y sancionado por la ley de cumplir con su deber al precio de la propia vida y otros, marcan una enorme diferencia. En este sentido, los responsables de la conducción política deben comprender una realidad insoslayable: el mundo militar es especial y diferente al civil, cuyas peculiares características exigen de ellos, un conocimiento en profundidad.


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