Tesis que efectua un analisis ampliamente documentado del rol de las mujeres en las Fuerzas Armadas y especialmente sobre la necesidad y conveniencia de incluirlas en unidades de combate.

martes, 13 de noviembre de 2007

V.- EL CÍRCULO ÍNTIMO 1.2 | 2.- La Familia

2.- LA FAMILIA

Es un tema rara vez abordado en las discusiones acerca de la presencia femenina en la milicia, no obstante que la escala de valores del militar se resume en la expresión “Dios, Patria y Familia”. Cabe preguntarse, si en el caso de la mujer su escala de valores es exactamente igual o cambie a “Dios, Familia y Patria” lo que podría influir en decisiones importantes.

La familia es un factor de gran relevancia en la vida castrense. Un militar que forma y mantiene una vida de hogar estable y ordenada, es claramente un individuo más capaz de afrontar los rigores del servicio. El orden observado en la casa familiar se traslada al cuartel o al buque, siendo un ejemplo para sus pares y subalternos. A su vez, ellos lo aplican en sus propias familias, conformando un círculo virtuoso.

El militar cuyo cónyuge no maneje prudentemente el presupuesto doméstico, puede representar una seria falla en la seguridad, como lo prueban innumerables ejemplos que no son del caso recordar.

La mujer, hoy como hace mil años, es la encarnación de la vida familiar. En la vida castrense también sucede lo mismo.

Tras la carrera del militar siempre hay una mujer apoyándolo, instándolo a seguir adelante frente a cualquier dificultad que se presente. Manteniendo el control del hogar, dando a luz cuando el soldado o el marino se encuentran sirviendo a la Patria a muchos kilómetros de distancia, o sufriendo en la soledad la enfermedad de un hijo. Las esposas de los militares no hacen carrera, pero son parte de las FF.AA.

La mujer del marino no ve con buenos ojos que su cónyuge comparta con mujeres en el limitado espacio del buque. Se espera que ello contribuya a desestabilizar una vida matrimonial ya tensionada naturalmente por las frecuentes ausencias del esposo. La Armada no puede, por otra parte, sustraerse a las informaciones recibidas de sus similares de otras banderas, relacionados con los problemas generados a las familias de marinos debido a relaciones producidas a bordo.

Interesante resulta tratar el tema del matrimonio entre miembros de las FF.AA., por sus curiosas implicancias. Es frecuente que muchos matrimonios se concierten entre miembros de un instituto castrense (ver TABLA 21). El contacto profesional entre solteros es naturalmente una buena oportunidad para ello. Comparten valores, aspiraciones y viven las mismas condiciones laborales. Además, muchos de estos jóvenes han emprendido la vida militar por provenir de familias de militares, de modo que también comparten estilos de vida semejantes.


TABLA 21.-

Porcentaje de personal militar norteamericano, casado con otro

miembro de las FF.AA. Año 2002.

Sexo

Institución

Ejército

Armada

Infantería de Marina

Fuerza Aérea

Total de las fuerzas

Varón

3,40%

1,90%

2,20%

6,50%

3,60%

Mujer

18,50%

13,10%

26,80%

26,50%

20,20%

Total

5,70%

3,50%

3,70%

10,40%

6,10%

Fuente: Defense Manpower Data Center, 2002 Demographics Report, www.mfrc-dodqol.org/stat.cfm

La primera interrogante es acerca de cómo puede afectar a la vida matrimonial la jerarquía de los cónyuges. Por lo general, en ningún país se acepta que el marido posea un rango claramente inferior al de la mujer o viceversa. La vida social militar está muy determinada por el rango. No es ilegal, pero tampoco es aceptado de buena gana que el marido, un oficial, asista a una ceremonia o recepción con su mujer, cabo o sargento, debido a que pone al protocolo en duros aprietos.

En la realidad, sin salir del campo de lo normal, nada debería cambiar en la relación conyugal por causa de la diferencia jerárquica entre marido y mujer, salvo en la eventualidad de que ambos converjan en la misma unidad y deban mantener alguna relación de subordinación. Lo usual en estos casos, es que la institución se encargue de evitar las dificultades que eventualmente puedan aparecer, trasladando a uno de los dos a otro sitio. En una guarnición relativamente aislada, la separación de los cónyuges puede significar una buena cantidad de kilómetros de por medio, con la consiguiente alteración de la vida matrimonial y familiar.

La ley, que en Chile obliga a mantener a los cónyuges en destinaciones cercanas cuando ambos son funcionarios del estado, es puesta a prueba cuando este caso se presenta. Si se traslada a uno, debe trasladarse también al otro, con todo lo que ello supone. Si ambos cónyuges se mantienen en servicio, es normal que uno de ellos no pueda optar por algunos traslados que le permitan acceder a mejores niveles de renta o que se reservan para los más capaces (para “hacer carrera”, como dicen los militares). La otra solución es simple, pero drástica: la mujer se retira del empleo y se dedica a las tareas del hogar o a otras actividades profesionales. La posibilidad de que se retire el varón es muy baja, pues sus opciones laborales dependerán siempre de las destinaciones de la mujer o deberá aceptar que su vida familiar se reduzca a breves y esporádicos encuentros.

No es difícil pensar acerca de las dificultades de un matrimonio entre dos miembros de la Armada, cuya opción profesional considere el embarque simultáneo de ambos. La vida familiar en este caso sería virtualmente imposible, al menos mientras los hijos estén en edad preescolar. En las publicaciones acerca de la presencia femenina en la vida militar no se habla de estas situaciones, pero se deja ver la existencia de este problema en las altas tasas de retiro que presentan las mujeres cuando deben embarcarse o se prolongan los períodos de embarco.

Una complicación adicional se presenta cuando ambos cónyuges son militares, pero pertenecen a instituciones diferentes. Los traslados de uno, determinan en virtud de la ley, los del otro y ello muchas veces no es factible. La vida familiar se hace en estos casos, aun más difícil. El marido, miembro de la Armada es trasladado a Puerto Williams, lugar en el que no hay guarnición del Ejército, institución a la que pertenece su cónyuge. O el marido, miembro del Ejército, recibe una destinación a Calama, lejos de cualquier repartición naval donde podría prestar sus servicios la esposa, enrolada en la Armada. ¿En qué unidad cumple la destinación la mujer? ¿O sencillamente, deben ambos aceptar que la familia vivirá cierto tiempo separada? Estos casos suponen aumentar los problemas al ya complejo trabajo de conformar las dotaciones.

Otro punto a tener presente en relación con los matrimonios entre miembros de las FF.AA. es el de las guardias. Si ambos cónyuges cubren algún rol de guardia, lo que es propio de una fuerza militar, deberán contar con la buena voluntad de sus respectivos mandos, para que las guardias de ambos no coincidan (poco factible en muchos casos) o bien recurrir a la bondad de un familiar que atienda a los hijos. El contar con una empleada en la casa, que no siempre es posible, es una solución a veces satisfactoria. Los hijos también deberán pagar su cuota de sacrificio.

La existencia de las casas fiscales, colegios, jardines infantiles, hospitales, redes de centros recreativos o vacacionales, asistencia social, etc., que son un alivio para presupuestos familiares estrechos como los que deben manejar las mujeres de militares, son un claro reconocimiento por parte de las instituciones de la Defensa Nacional de que la familia es un componente de primer orden en el concierto de la vida castrense.

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