Tesis que efectua un analisis ampliamente documentado del rol de las mujeres en las Fuerzas Armadas y especialmente sobre la necesidad y conveniencia de incluirlas en unidades de combate.

martes, 20 de noviembre de 2007

III.- SITUACIÓN ACTUAL 3.0 C.- REALIDAD NACIONAL. ANTECEDENTES HISTORICOS.

.- REALIDAD NACIONAL. ANTECEDENTES HISTORICOS.

1.- CONQUISTA E INDEPENDENCIA:

Chile es un país cuya historia está determinada en gran medida por la presencia y la acción de los militares. El proceso de la conquista, iniciado por las huestes españolas de Valdivia y sus sucesores, es un largo y desgastador enfrentamiento entre conquistadores e indígenas. La poderosa influencia de la esencia militar del asentamiento hispano, llega al extremo de determinar la arquitectura tradicional del campo chileno. Otro tanto, ocurre con nuestros particulares giros idiomáticos, entre los cuales destaca el “al tiro”, con que se designa la necesidad de reaccionar a la mayor brevedad.

El hecho de que el esfuerzo de ocupación del territorio se enmarcara en un ambiente de permanente lucha contra los aborígenes, además de la gran distancia que los separaba del territorio peninsular, determinó que pocas ibéricas se aventuraran a acompañar a sus maridos o padres. Es proverbial el hecho de que la casi total ausencia de mujeres de origen español, llevó a los conquistadores a unirse con mujeres oriundas del lugar. Creando así, una amplia base social mestiza, que es el origen de la actual población nacional, fundamentalmente en el área comprendida entre las regiones de Coquimbo y Concepción.

La historia de Chile guarda en su memoria, la figura notable de doña Inés de Suárez (¿1507?-1580). Oriunda de Placencia, España. A poco de casarse, enviudó y posteriormente en el año 1537 viajó a América. Se desconoce la forma cómo conoció a don Pedro de Valdivia, en cuya expedición de conquista tomó parte, siendo ella la única mujer de origen hispano.

La encontramos en la recién fundada ciudad de Santiago, cuando ésta fue atacada por los indígenas el 11 de septiembre de 1541. Ausente Pedro de Valdivia, ella asumió un importante rol en su defensa.

Señala Gerónimo de Bibar, que durante el ataque Inés tomó una espada y dirigiéndose hacia el recinto en que los españoles tenían a algunos caciques indígenas, les dio muerte. Según otra versión, Inés habría concurrido a aquel lugar y dado orden de matar a los prisioneros. El soldado Hernando de la Torre habría preguntado: "Señora: ¿de qué manera los mato?", a lo que ella habría respondido, desenvainando la espada, "De esta manera" y acto seguido los habría decapitado.

Este hecho produjo el desconcierto y espanto de los atacantes, permitiendo a los españoles cargar contra los indios y hacerlos huir. Esta decidida acción le valió como recompensa la entrega de varias encomiendas indígenas. Fallece en Chile en 1580.

Otro personaje femenino destacado fué la Monja Alférez. Quien en traje de soldado viajó al Nuevo Mundo y una vez allí combatió valerosamente. Esta es la historia de Catalina de Erauso (o Erauzo) (¿1592?-¿?), quien en la víspera de tomar sus votos huyó del convento en el que permanecía desde niña, para enrolarse en una expedición de soldados dispuesta a pelear por su Señor, el rey de España, ocultando su sexo.


De regreso a España, revelaría su identidad al escribir una crónica de las hazañas que le merecieron el rango de alférez. Esta obra, que tituló “Relación verdadera de las grandes hazañas y valerosos hechos que una monja hizo en veinte y cuatro años, que sirvió en el reyno de Chile y otras partes al Rey nuestro señor, en ábito de soldado y los honrosos oficios que tuvo ganados por las armas, sin que la tuvieran por tal mujer hasta que le fue fuerza el descubrirse”, es el único testimonio de la conquista de Chile y de la Guerra de Arauco escrito por una mujer que conoció la experiencia desde un rol protagónico. Paradójicamente, el relato de su ocultamiento la convirtió en celebridad, proliferando en la época los testimonios sobre su aguerrida y combativa personalidad.

En el bando mapuche, las mujeres aparecen más frecuentemente. Sin embargo, valen dos acotaciones en relación con este tema. La primera es que todos los relatos sobre las glorias de los hijos de Arauco han sido escritos por pluma de sus enemigos, los españoles. La segunda, es que muchos de estos relatos se han escrito exaltando las hazañas de los indios para destacar los méritos de los conquistadores hispanos. Faltando en muchas ocasiones, un verdadero apego a la verdad. Probablemente ocurrió así, debido a la necesidad de rodear a los relatos, de una cierta aureola poética.

El rol de la mujer mapuche, muy importante en el ámbito económico y cultural de su grupo familiar, no tiene ninguna relevancia en lo relativo a la guerra. En la comunidad, el rol más relevante cumplido por una mujer es el de “machi”, mezcla de sacerdotisa, curandera y consejera, que ejerce enorme influencia política, aunque no tiene funciones específicamente militares o de combate. En todo caso, en la organización de la comunidad mapuche en donde la poligamia es una forma normal de vida, es el varón quien ejerce la conducción. La mujer está excluida de los grupos que deliberan los asuntos más importantes, aunque en determinados momentos asesore o aconseje. Esto en ningún caso significa que ella se mantenga al margen de las acciones más representativas del grupo. Por esta razón, los relatos sobre las actuaciones militares de las mujeres mapuches contra los conquistadores ibéricos tienen un gran valor testimonial.

Es así como para algunos historiadores Guacolda no sería más que un mito, un personaje literario creado por Alonso de Ercilla en su poema La Araucana. Otros cronistas coloniales en cambio, no ponen en duda su existencia.

Fray Diego de Ocaña, la religiosa Imelda Cano, el padre Rosales y, posteriormente, Benjamín Vicuña Mackenna coinciden en describir a Guacolda como una mujer muy bella, a quien sedujo el valor y el talento de Lautaro decidiéndose a seguirlo con lealtad y coraje.

Las crónicas también señalan que ella y Lautaro sirvieron en casas de españoles. Se dice que Lautaro sirvió al mismo Pedro de Valdivia, y que Guacolda se había criado en la casa de Pedro de Villagra. Cuando Lautaro dio por terminado su aprendizaje y partió a unirse a la sublevación de su pueblo, Guacolda se le unió, y ya no se separaron más. Lo acompañó en la toma de Concepción, en la batalla en las márgenes del Mataquito y en el asalto a Santiago.

Mueren juntos durante la noche, en una emboscada que les tendió Villagra (batalla de Peteroa, en 1557). Ercilla imaginó en versos lo ocurrido en esa última noche de amor, en que ella intuyó el infortunado destino. La tradición, no obstante, señala que Villagra la apresó y llevó consigo, muriendo Guacolda al poco tiempo de pena por la pérdida del hijo de Tralcahueñu.

El poeta Alonso de Ercilla cuenta en el canto XXXIII de La Araucana, que Fresia fue la mujer de Caupolicán y que acompañó a éste en todas las batallas en que participó.

En el asalto de Cañete, al verlo rendirse y ser hecho prisionero, le enrostró su cobardía por no haberse dejado matar luchando y arrojándole el hijo de ambos a sus pies, le dijo: "Críale tú, que ese membrudo cuerpo, en sexo de hembra se ha trocado; que yo no quiero título de madre del hijo infame del infame padre".

Tanto Guacolda como Fresia se mantienen como personajes de cuya existencia sólo Ercilla da cuenta.

Janequeo fue una mujer lonco, de origen mapuche-pehuenche, esposa del lonco Huepután de Llifén. Su preparación militar y cualidades de líder, hicieron que se ganara el apoyo de los estrategas militares de la nación mapuche. Con el patrocinio de su lof (comunidad) y el de su hermano Güechuntureo, el Consejo de Loncos la nombró a cargo de las tropas de la región. En un período difícil del curso de la guerra, atacó la fortaleza de Puchunqui y después de varias batallas rendidas durante el año 1587 derrotó a las tropas españolas. Se desconoce su destino tras su participación en la guerra de Arauco, siendo aceptado el hecho de que ella y su gente habrían muerto en la región de Villarrica a causa de una peste.

Las campañas militares de la guerra de independencia dieron lugar a la participación femenina en diversas ocasiones. Esto debido a que las operaciones se desarrollaban en territorio poblado.

Entre las mujeres, se guarda el recuerdo de las que militaron en el bando independentista. De ellas, quizás la más destacada, fue doña Paula Jaraquemada Alquízar (1768-1851).

Nació en Santiago en junio de 1768 y murió en la misma ciudad, el 7 septiembre de 1851. Sus padres fueron Domingo de Jaraquemada y Cecilia de Alquízar. Su niñez y adolescencia deben haber transcurrido como la de todas las mujeres de fines del siglo XVIII, es decir, debió haber aprendido las primeras letras y recibido una educación sólida en aspectos morales y práctica en asuntos domésticos.

En 1818, enterada de la Sorpresa de Cancha Rayada (19 de marzo), organizó militarmente a los inquilinos de su hacienda de Paine y le ofreció estas fuerzas al general José de San Martín.

Junto a sus hombres, transformados ahora en soldados, Paula Jaraquemada concurrió a entrevistarse con San Martín, a quien proporcionó caballos, alimentos y pertrechos. Su hacienda se transformó en hospital de sangre, pues allí fueron remitidos los heridos en Cancha Rayada, y también sirvió de Cuartel General para San Martín.

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