Tesis que efectua un analisis ampliamente documentado del rol de las mujeres en las Fuerzas Armadas y especialmente sobre la necesidad y conveniencia de incluirlas en unidades de combate.

sábado, 24 de noviembre de 2007

III.- SITUACIÓN ACTUAL 1.2 | Reino Unido

2.- REINO UNIDO

En 1914 era toda una novedad ver a una mujer en uniforme militar. Sin embargo, durante la Primera Guerra Mundial unas 80.000 mujeres sirvieron al Imperio Británico en los cuerpos castrenses.

En la época muchos consideraban inapropiado el que la mujer combatiera como un soldado; más aún, fueron escasas las mujeres inglesas que usaron un arma de fuego en combate.

La mujer ideal amamantaba y educaba a sus hijos y militaba en el pacifismo. Un popular panfleto, del que se vendieron unas 75.000 copias en tan sólo una semana, resumía el ideal femenino señalando que “las mujeres fueron creadas para dar la vida, los hombres para quitarla”. La ternura femenina era retratada como una virtud que alcanzaba incluso a los heridos del bando alemán. Un libro acerca de la vida del soldado británico contrastaba los rudos relatos de los soldados sobre la cantidad de enemigos muertos, con la delicadeza de las inglesas para atender a los mismos enemigos heridos.

Compartiendo codo a codo con sus contrapartes masculinos todos los rigores de la guerra, estas mujeres “no buscaban revancha ni alterar su buena disposición hacia toda vida humana”. “El peligro no les inspira a coger un arma y disparar contra el adversario”. En 1915, la feminista y pacifista Helen Mana Lucy Swanwick escribía que el apoyo que por entonces las mujeres daban a la causa de la guerra, se debía sólo a un profundo sentido de lealtad familiar. Obrar de otro modo, habría sido visto como un insulto a sus compañeros varones.

Por muy diversas razones los grupos conservadores se unieron a las feministas, para argumentar en contra de la existencia de mujeres combatientes. Para ambos sectores, lo que estaba en juego era la influencia femenina en la vida social y los avances en el terreno político.

El poder de la mujer de clase media, como árbitro moral y doméstico, se basaba en su distancia respecto del sórdido mundo de la ganancia monetaria y de la confrontación mortal. El argumento adquiría gran relevancia en esos años, debido a que muchísimas mujeres se encontraban librando la batalla por el derecho al voto. ¿Cómo podrían ellas responder al argumento de que sólo quienes luchan por la patria (léase hombres) tienen derecho al supremo obsequio de la ciudadanía, el voto? El periódico Woman’s Journal atacó este postulado publicando en su primera plana una caricatura que mostraba a una mujer con un bebé en brazos y exclamando: “Voto para las mujeres”. Junto a ella, un soldado fuertemente armado declaraba que “Las mujeres no pueden sostener armas”, a lo que una sufragista respondía: “¡No! Ellas sostienen a los ejércitos”. Dicho en otras palabras, las mujeres sostenían el esfuerzo bélico a través de la maternidad y, por lo tanto, eran dignas de acceder al voto.

Sin embargo, las mujeres eran más que esposas, matriarcas y madres patrióticas. Durante la Primera Guerra Mundial, el espectro de posibilidades de trabajo que se abrió a las mujeres fue muy grande. Ingresaron a las fábricas, invirtieron en bonos de guerra, se hicieron cargo de las cosechas y cuidaron de las tropas en sus períodos de descanso. También se incorporaron en los cuerpos militares en un número aproximado de 80.000, aunque nunca como combatientes. Ejercieron presiones, no obstante, para recibir entrenamiento como fusileros y portar armas para la defensa del territorio metropolitano, sin alcanzar sus propósitos dentro de las fuerzas de defensa territorial, mayormente masculinas.

Al inicio de la Segunda Guerra Mundial los Voluntarios para la Defensa Local (Local Defence Volunteers o LDV), predecesora del Home Guard, empleó las habilidades de la mujer para entrenar a los hombres en el uso de armas de fuego, no obstante lo cual, no admitía miembros femeninos. Pese a todo, se crearon numerosas organizaciones femeninas cuyas metas eran preparar el frente interno para el combate, pues existía el riesgo de una invasión alemana.

El Cuerpo Auxiliar Femenino de Defensa (Women's Defence Relief Corps) contó con el poderoso patrocinio de Lord Kitchener y Lord Roberts. Este último, era el Presidente de la Women's Rifle Associations. El cuerpo contaba con dos divisiones: la “Sección Civil”, que perseguía el reemplazo de los hombres en las tareas productivas, de modo de liberarles para el servicio armado y la “Sección Semi-militar o Sección de las buenas ciudadanas”, cuyas integrantes eran reclutadas para recibir instrucción en infantería doctrinal, señales, exploración y uso de armas de fuego. Cada mujer en esta sección no sólo era aleccionada para ser capaz de defenderse a sí misma, sino que también debía estar preparada para defender a sus seres queridos.

Se daba por descontado que para muchas mujeres su deber era visto como una forma de convencer a los hombres que la deshonra era mucho peor que la muerte y, por lo tanto, debían apuntalar la fortaleza sicológica, cuando no militar de los hombres. En 1929, Virginia Woolf escribió en Un cuarto propio (A Room of One’s Own), que las mujeres servían como espejos amplificadores, “reflejando la figura del hombre al doble de su tamaño natural. Sin ese poder... las glorias de todas las guerras serían desconocidas”. Tales espejos, continúa “son esenciales en todo acto violento o heroico”.

A pesar de encontrarse cercanas al frente trabajando como enfermeras, rara vez las mujeres británicas se vieron envueltas en el combate. Esto no es ninguna novedad, debido a que en los tiempos modernos el empleo de mujeres en el servicio directo de las armas y a gran escala había tenido lugar casi exclusivamente en las revoluciones y en las invasiones, lo que no ha sido el caso inglés, por lo que las mujeres sólo fueron capacitadas para defenderse a sí mismas y a su isla.

No obstante su relativa ausencia del campo de batalla, la tecnología moderna fue reduciendo la distancia entre las trincheras y la periferia urbana a una velocidad creciente. Los bombardeos del territorio británico en la Primera Guerra Mundial causaron 1414 muertes civiles, cifra que se multiplicó por 60 en el siguiente conflicto. Este hecho provocó un gran trauma entre la población femenina, en particular en Londres y el área sud-oriental del Reino Unido. Aun más traumático para ellas, fue el doloroso retorno de sus seres queridos de los campos de batalla, de los cuales cientos de miles presentaban algún tipo de lesión o mutilación. Sobre los hombros femeninos recayó la pesada carga de cuidar a esos hombres, sin olvidar que ellas debieron asumir la pérdida de padres, hermanos, novios, maridos e hijos. Para la mujer, la vida nunca volvería a ser lo mismo.

Como ha ocurrido en otros países, en el Reino Unido se produjo el debate sobre la presencia femenina en las Fuerzas Armadas tras los grandes cambios sociales de los años 60 y 70. Lo que se discutía era el derecho de la mujer de participar de la vida militar en igualdad de condiciones con el varón, no si tal presencia contribuía o no a la eficacia operativa de las fuerzas.

Hasta el día de hoy, el debate sigue siendo el mismo. Los partidarios de que la mujer se incorpore plenamente a la vida castrense, defienden el derecho femenino a ello, en tanto que los detractores, se centran en las mejoras o deterioros que pueda experimentar la calidad de la gestión militar. Sin embargo, entre partidarios y detractores hay diversos matices y argumentos, lo que ha revelado la existencia de un punto de equilibrio que tarde o temprano, se convertirá en la norma sobre la materia. El temor de los más equilibrados es que dicho punto sólo se alcance después de que un conflicto desnude las falencias de las actuales políticas acerca de la participación femenina en la milicia. El desastre de los cruceros de batalla en Jutlandia, la retirada de Dunquerke y la pérdida del “Hood”, orgullo de la Flota británica, son sólo unos pocos ejemplos de que los supuestos con que se manejan los asuntos militares en tiempos de paz, pueden terminar rotundamente desmentidos por la realidad de la guerra.

La Real Fuerza Aérea Británica (RAF), ha sido el cuerpo que más pronto abrió sus puertas a la mujer y lo hizo sin restricción alguna, salvo la legal que impide a la mujer entrar en combate. Inicialmente, hubo algunas dudas respecto de tener mujeres piloteando aviones de guerra y más respecto de operar helicópteros de apoyo. Al parecer, los mayores costos que implica la formación de un piloto (entrenar un piloto de un caza Tornado cuesta unos 6 millones de libras), son costos que no se retribuirían en la medida que las mujeres dejen el servicio para formar familia. Este argumento no ha pesado en la decisión, ya que los pilotos varones jóvenes presentan también, una alta tasa de deserción de las filas de la institución.

En realidad no se justifica la decisión de tener mujeres piloteando aviones o helicópteros de combate, si de acuerdo con la ley, ellas quedarían excluidas de participar en las acciones militares para las cuales se estarían entrenando.

En el Ejército, las cosas han tenido un tinte más conservador, abriéndose los accesos a las áreas técnicas y de apoyo. La resistencia del Ejército se funda en dos aspectos fundamentales: por una parte, el oficio del soldado demanda un gran despliegue físico y resistencia a la fatiga y aunque se reconoce que algunas mujeres también podrían cumplir estas exigencias, en general ellas no están adaptadas físicamente para el trabajo militar; por otro lado, la cultura propia del Ejército, es un elemento que los mandos no quieren ignorar. El soldado británico no se muestra dispuesto a aceptar soldados mujeres, pese a que sí acepta camaradas varones de otras nacionalidades, religiones o culturas (y, consecuentemente, con otros valores diferentes a los suyos). Se dice que ellos están dispuestos a morir por una mujer, pero no a morir junto a ella.

La Real Marina Británica (Royal Navy), ha adoptado una posición intermedia entre lo que piensa el Ejército y la RAF. Los mandos parecen dispuestos a abrir todos los accesos a la mujer, pero se han encontrado con un grave problema, que son las cónyuges de los marinos, que no desean ver a sus maridos conviviendo con mujeres en buques de guerra que permanecen largos períodos alejados de puerto.

De entre todos los involucrados, partidarios y detractores, es interesante escuchar las opiniones de los que han debido trabajar con mujeres a bordo en las unidades aéreas o en el ejército. En relación a los problemas disciplinarios, especialmente a bordo, estos se han visto reducidos (lo cual es un efecto beneficioso de la presencia de la mujer en cualquier ambiente), aunque, en palabras de la prensa, su “sabor” ha cambiado bastante, por el hecho de convivir hombres y mujeres (casi todos jóvenes, con promedios de 20 a 30 años de edad) en espacios limitados, por períodos prolongados.

Aún cuando las estadísticas disponibles se refieren solamente a la estructura etárea de las FF.AA. norteamericanas, ellas reflejan en forma aproximada la realidad de cualquier cuerpo armado de países Occidentales ( TABLAS 6 y 7). Esta realidad nos indica que las dotaciones navales se cubren con gente muy joven, en la que los impulsos sexuales generalmente son muy fuertes, viéndose acrecentados en la medida que se prolongan los períodos de permanencia en el mar, que son de abstinencia carnal obligada. No es difícil intuir la situación en las unidades navales mixtas, en especial cuando en ellas confluyen hombres y mujeres que son liberales en materias sexuales. Más adelante, en otro capitulo, se ahondará más en el tema sexual.

TABLA 6.-

Edad del personal en servicio activo, FF.AA. de los EE.UU., septiembre de 2001.


EJÉRCITO

ARMADA

INF. DE MARINA

FUERZA AÉREA

TOTALES


Oficiales

Subalternos

Oficiales

Subalternos

Oficiales

Subalternos

Oficiales

Subalternos

Oficiales

Subalternos

25 o menos

10.493

211.083

6.938

162.545

2.467

112.067

9.271

125.689

29.169

611.384

26 a 30

16.576

76.291

11.750

54.140

5.051

20.067

14.544

47.305

47.921

197.803

31 a 35

16.360

53.868

11.069

42.971

4.299

10.250

14.485

41.089

46.213

148.178

36 a 40

15.461

40.931

10.596

40.270

3.224

8.755

13.496

47.511

42.777

137.467

41 o más

17.096

18.130

13.361

18.209

3.008

3.551

16.242

18.658

49.707

58.548

TOTALES

75.986

400.303

53.714

318.135

18.049

154.690

68.038

280.252

215.787

1.153.380

TABLA 7.-

EDAD, EN AÑOS

TOTALES EN %



Oficiales

Subalternos

General

25 o menos

13,51

53,00

46,78

26 a 30

22,20

17,15

17,95

31 a 35

21,42

12,85

14,20

36 a 40

19,82

11,92

12,95

41 o más

23,06

5,08

7,91

TOTALES

100

100

100

Fuente: Center 2001, Demographics report, Defense Manpower Data.

Hay informes que revelan que han mejorado las capacidades operativas de los buques mixtos, pues los hombres no quieren ser superados por sus pares femeninos y, se esfuerzan más que de costumbre. Pero también hay quejas por parte de los tripulantes. Las principales se refieren a que las mujeres no reaccionan adecuadamente ante situaciones de emergencia y, cuando se debe realizar trabajos pesados ellas rara vez participan, todo lo cual recarga el trabajo de los tripulantes varones. Es así como los principales detractores del sistema mixto, son los tripulantes de menor rango.

Otro aspecto que ha entrado en la consideración de la Armada Real, es la exacerbación de las tensiones y emociones que se produce por efectos del virtual encierro a que se ve sometida la dotación de un buque en la mar. El efecto que se produce en los buques mixtos es significativamente más alto y dinámico que en los buques exclusivamente masculinos. A mayor sensación de encierro, mayor será el efecto en la tripulación, de donde se puede inferir lo que ocurriría en un submarino mixto.

Esto trae a la mente una cuestión muy importante: ¿Qué razones existen para que no se haya evaluado, en la Royal Navy, la posibilidad de tripular un buque, sólo con mujeres?

Actualmente, parece haberse iniciado un nuevo debate al interior de la marina Inglesa, acerca de la conveniencia de mantener buques mixtos o sencillamente desembarcar a todas las mujeres.

La primera señal de advertencia apareció con la decisión de desembarcar a la mitad de las mujeres. La necesidad de embarcarlas surgió inicialmente como una forma de paliar la escasez de personal en determinadas áreas, escasez que habría sido superada, lo que haría innecesario mantener mujeres a bordo.

El problema es bastante complejo. Sin dudas que se simplifica considerablemente el manejo del personal que se embarca, pues entre los hombres es baja la tendencia a desembarcarse por razones personales, mientras que esta tendencia es alta entre el personal femenino. Por otra parte, el dotar las reparticiones terrestres con el personal femenino desembarcado reduce considerablemente las oportunidades del personal embarcado para acceder a destinaciones en tierra, que son las únicas posibilidades que otorga el servicio naval para reponerse de los desgastadores períodos de embarco.

Se ha detectado que cuando una mujer es destinada a bordo, generalmente se acoge a alguna de las franquicias que la normativa le concede en virtud de la maternidad para rechazar el trasbordo. Llama la atención la alta deserción femenina, lo que ha provocado que después de más de 20 años de su presencia en los escalafones regulares, no haya muchas esperanzas de que alguna mujer alcance el rango de Almirante en la próxima década.

El debate acerca de la presencia femenina en los submarinos, que se ha presentado en todas las armadas que admiten mujeres embarcadas, se encuentra en pleno apogeo. Los temas en discusión son los mismos, más el factor médico. Se argumenta que el ambiente de encierro del submarino con menor disponibilidad de oxígeno, afectaría a la mujer en una medida mucho mayor que al varón. También se ha manifestado la preocupación por el impacto que los bajos niveles de oxígeno tendrían en los bebés de las mujeres embarazadas. El tema no es irrelevante, afecta directamente a las tasas de permanencia de las mujeres en el servicio (retención).

Otro punto de discusión surgió en la Inglaterra de los años 60. Las fuerzas armadas empezaron a experimentar una fuerte baja en la cantidad de reclutas, tanto para oficiales, como para personal subordinado. Se pensó que el principal problema era la falta de comodidades en cuarteles y buques. Se modificaron ambos, sin resultados satisfactorios. Después de un tiempo se pudo comprobar que los candidatos, antes de ingresar al servicio, no sabían cuáles eran las reales condiciones en que desempeñarían su trabajo. Más tarde se descubrió que el principal problema para reclutar y retener personal, son las bajas remuneraciones.

Se pensó que la mujer no sufriría este problema, pues históricamente ha recibido más bajas rentas que el varón. Así, al contar con su presencia, se ayudaría a mejorar las tasas de reclutamiento.

En el actual esquema las fuerzas armadas siguen sufriendo de la escasez de reclutas, ya que el interés femenino por la milicia sigue siendo bajo (12,4% de los reclutas y sólo el 8 % del personal de planta) (TABLAS 8 y 9). Además que la retención de personal femenino está por debajo del masculino, ya que ellas tienden a dejar el servicio para formar familia cuando aún son jóvenes y no han retribuido con su trabajo militar, el elevado costo de su formación, instrucción y entrenamiento.

Por otra parte, aun cuando las tasas de reclutamiento se han mantenido bajas, el tamaño de las fuerzas navales se ha reducido a tal punto que la justificación inicial para embarcar mujeres, esto es, la escasez de personal, ha perdido toda su vigencia. Esta realidad, podría variar, ya que las presiones norteamericanas por una Royal Navy más poderosa, asumiendo mayores responsabilidades en el ámbito de la OTAN, hacen pensar en un incremento en la cantidad de unidades a flote.

También se ha suscitado la cuestión de si las mujeres deben acceder a funciones o puestos que las conviertan en verdaderos combatientes, debido a que en la actualidad, la ley impide a la mujer acceder a esta opción. El tema se suma al citado debate acerca de la conveniencia de mantener a las mujeres embarcadas, pues como se verá más adelante, toda mujer a bordo, en una situación bélica, es necesariamente combatiente.


TABLA 8.-

Ingreso de personal proveniente de la vida civil, a las FF.AA del Reino Unido.


1992/93

1993/94

1994/95

1995/96

1996/97

1997/98

1998/99

1999/00

2000/01

200102

2002/03

Todos los servicios











Varones

13.070

10.620

11.150

15.500

19.230

20.190

22.560

22.390

20.410

20.950

23.040

Mujeres

1.750

1.330

1.850

2.180

2.940

3.340

3.440

3.160

2.610

2.700

3.240

Total

14.820

11.950

13.010

17.670

22.160

23.520

26.000

25.550

23.020

23.650

26.280













Armada












Varones

1.890

1.280

960

2.010

3.400

3.970

4.110

4.250

3.990

4.270

4.420

Mujeres

380

260

340

350

560

630

660

700

630

740

800

Total

2.270

1.540

1.300

2.360

3.960

4.600

4.770

4.950

4.620

5.010

5.220













Ejército












Varones

10.290

8.760

9.490

11.510

13.580

13.390

15.010

14.750

13.450

13.620

15.060

Mujeres

1.100

810

1.190

1.380

1.940

2.010

1.980

1.750

1.320

1.240

1.550

Total

11.390

9.580

10.680

12.890

15.520

15.400

16.990

16.500

14.770

14.850

16.610













Fuerza Aérea












Varones

890

580

700

1.980

2.250

2.830

3.450

3.380

2.980

3.070

3.550

Mujeres

270

260

320

450

430

700

800

710

660

720

890

Total

1.160

840

1.020

2.420

2.680

3.530

4.250

4.100

3.630

3.780

4.450

Fuente: Defence Analytical Services Agency, www.dasa.mod.uk/


TABLA 9.-

Total de personal de Defensa, en el Reino Unido, por sexo.



Oficiales



Otros rangos


Todos los servicios

Total

Total

Varones

Mujeres

Total

Varones

Mujeres

1 de abril de 2000

207.620

32.520

29.620

2.890

175.100

161.440

13.660

1 de abril de 2001

205.650

32.630

29.600

3.030

173.020

159.370

13.650

1 de abril de 2002

204.690

32.750

29.570

3.180

171.940

158.080

13.860

1 de abril de 2003

206.920

33.160

29.800

3.350

173.770

159.200

14.560

1 de abril de 2004

207.020

33.450

29.920

3.520

173.580

158.710

14.870









1 de agosto de 2004

204.400

33.330

29.800

3.530

171.060

156.310

14.760









Armada








1 de abril de 2000

42.850

7.660

7.140

520

35.190

32.300

2.890

1 de abril de 2001

42.420

7.760

7.200

560

34.660

31.750

2.910

1 de abril de 2002

41.630

7.780

7.190

590

33.850

30.920

2.930

1 de abril de 2003

41.550

7.800

7.180

610

33.760

30.670

3.080

1 de abril de 2004

40.880

7.770

7.130

640

33.120

30.020

3.090









1 de agosto de 2004

40.490

7.720

7.080

640

32.760

29.660

3.100









Ejército








1 de abril de 2000

110.050

13.870

12.590

1.280

96.180

89.670

6.520

1 de abril de 2001

109.530

13.920

12.600

1.320

95.610

89.170

6.440

1 de abril de 2002

110.050

14.060

12.670

1.380

96.000

89.480

6.520

1 de abril de 2003

112.130

14.400

12.940

1.470

97.720

90.900

6.820

1 de abril de 2004

112.750

14.720

13.190

1.520

98.030

91.140

6.890









1 de agosto de 2004

110.970

14.780

13.250

1.520

96.190

89.440

6.760









Fuerza Aérea








1 de abril de 2000

54.720

10.990

9.890

1.100

43.730

39.480

4.250

1 de abril de 2001

53.700

10.960

9.800

1.160

42.740

38.440

4.300

1 de abril de 2002

53.000

10.920

9.710

1.210

42.090

37.680

4.410

1 de abril de 2003

53.240

10.950

9.680

1.270

42.290

37.630

4.660

1 de abril de 2004

53.390

10.960

9.600

1.360

42.430

37.540

4.880









1 de agosto de 2004

52.940

10.830

9.470

1.360

42.110

37.210

4.900

Fuente: Defence Analytical Services Agency, www.dasa.mod.uk/


Estudios médicos llevados a cabo entre las mujeres del Ejército, con una muestra de 143 hombres y 121 mujeres, revelaron que las mujeres que no cuentan con un entrenamiento diferenciado por sexo habían sufrido fracturas y fisuras en los huesos de las extremidades inferiores, en una proporción tres veces mayor que en los varones (10,9% de las mujeres, contra el 3% de los hombres); también se observó que 17 reclutas mujeres presentaban fracturas pélvicas, frente a sólo 3 varones aquejados de la misma dolencia (14% y 2,1%, respectivamente). La conclusión del estudio es, que la mujer es más vulnerable a las fracturas durante el entrenamiento físico militar. Estos antecedentes han servido de argumento para quienes no desean ver a la mujer británica, en unidades de combate.


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