Tesis que efectua un analisis ampliamente documentado del rol de las mujeres en las Fuerzas Armadas y especialmente sobre la necesidad y conveniencia de incluirlas en unidades de combate.

lunes, 5 de noviembre de 2007

ANEXOS

ANEXOS.-

ANEXO A.

AGUSTINA DE ARAGON(1786-1857):

Su verdadero nombre era Agustina Raimunda María Saragossa Doménech, también conocida como La Artillera, es tal vez la heroína más popular del folklore español. El 15 de junio de 1808, los franceses forzaron las entradas a la ciudad por la zona de Casablanca, intentando penetrar en Zaragoza entre las puertas del Carmen y del Portillo en medio de un intenso ataque artillero, cerrando el cerco sobre la ciudad por diversos puntos. El gran asalto del 2 de julio se centró, entre otras zonas, en el Portillo, donde la batería allí dispuesta había ido perdiendo uno a uno sus defensores. Fue entonces cuando hizo aparición la heroína, que tomando la mecha de las manos de un moribundo artillero, disparó el cañón contra los atacantes, consiguiendo su retirada.

Intervino en otros episodios de los Sitios de Zaragoza. Participó en la lucha por el convento de Jerusalén y también en el Sitio de Teruel. Su azarosa vida le llevará al Sitio de Tortosa, donde nuevamente fue capturada, escapándose más tarde.

MANUELA SANCHO BONAFONTE (1748-1863):

Colaboró en las tareas de avituallamiento durante el primer sitio de Zaragoza en junio de 1808. Se destacó en el segundo sitio ante la feroz ofensiva del ejército francés, cuando tomó las armas con admirable resolución participando en la defensa del convento de San José. Esta acción le valió elogiosos comentarios del comandante de la plaza, el que le concedió el distintivo de la cinta escarlata y una pensión de 2 reales. En el combate, resultó herida de gravedad y se le dio por muerta, por encontrarse sepultada bajo las pilas de cadáveres de los defensores.

CASTA ALVAREZ (1786-1846):

Destacó en los asedios a Zaragoza por su patriotismo y valor, acompañando a los defensores en la batería de cañones de puerta Sancho y en los combates del barrio del Arrabal. Armada de una bayoneta sujeta al extremo del hombro a modo de lanza, que en ocasiones blandía amenazante hacia los franceses.

El general Palafox la condecoró con el escudo de los defensores, y el rey Fernando VII le concedió una pensión de cuatro reales diarios en 1815.

ANEXO B.

MARGARET COCHRAN CORBIN(1751 - ¿1880?):

Casada con John Corbin, quien se unió al Ejército Continental (o revolucionario). Acompañó a su marido, como lo hicieron muchas mujeres de soldados, y como éstas, preparaba la comida, lavaba las ropas y atendía a los heridos. También estas mujeres aprendieron bastante de los ejercicios militares de sus maridos, pues los observaban frecuentemente en sus prácticas.

En noviembre de 1776, encontrándose en Fort Washington, la posición fue atacada por el enemigo. John Corbin servía como ayudante de artillero, en un cañón. Al caer muerto el artillero, y más tarde el ayudante, la mujer asumió el puesto y siguió cargando y disparando el arma, hasta que una esquirla la alcanzó en el hombro, mutilando su pecho y lesionando su quijada. Llevada a la retaguardia, recibió los primeros auxilios.

El fuerte fue capturado pero los soldados heridos fueron liberados, bajo la promesa de no tomar nuevamente las armas, según se acostumbraba en esos tiempos. En 1779, se le otorgó una pensión equivalente a la mitad del sueldo de un soldado en servicio en premio a su valor. En el año 1783, al término de la guerra, ella continuaba perteneciendo a las listas del ejército.

Muchos años después de su muerte, (ocurrida probablemente en 1800), sus restos fueron exhumados y desde 1926 se encuentran en la Old Cadets Chapel en West Point, academia donde también existe un monumento en su honor. La ciudad de Nueva York la ha honrado con una placa conmemorativa ubicada en el lugar de su heroica acción, donde se señala que se trata de “la primera mujer en desempeñarse como soldado en la Guerra por la Libertad”.

ANEXO C.

JUANA AZURDUY (1780 – 1862):

Nacida en el cantón de Toroca en las cercanías de Chuquisaca, Alto Perú, en lo que hoy es Bolivia. Su infancia se desarrolla en un hogar de buen pasar económico y en las tareas propias de una niña de la época. A la muerte de sus padres su crianza quedara a cargos de sus tíos. Posteriormente es enviada al convento de Santa Teresa. Allí se revelara contra la rígida disciplina y es expulsada a los 8 meses de haber ingresado. Regresa a su región natal, donde conoce a Melchor Padilla, padre de su futuro esposo.

Contrae matrimonio con Manuel Padilla el 8 de Marzo de 1805. Traen al mundo 4 hijos.

Su esposo compartió con Juana sus conocimientos sobre la revolución Francesa, la republica, la lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Su vida militar se desarrolló en las provincias del actual noroeste argentino. Contribuyó a la independencia de este país organizando y conduciendo fuerzas guerrilleras compuestas principalmente por indios, en estrecha colaboración con su marido.

Su azarosa existencia de combatiente irregular no conoció descanso ni comodidades. Perseguida por fuerzas superiores, perdió en rápida sucesión a sus cuatro hijos pequeños. En plena campaña, da a luz a su quinta hija, pero pronto pierde también a su marido, muerto tras la batalla de Viloma. El Ejército argentino le otorga el grado de Teniente Coronel, con todas las prerrogativas del caso. En 1824, se retira con su única hija a Chuquisaca donde podrá celebrar la independencia de su país, lograda un año después. Muere en 1862 a los 82 años de edad.


ANEXO D.

CANDELARIA PEREZ(1810-1870 ):

También llamada Sargento Candelaria. Nació en Santiago en el seno de una familia de artesanos. En 1832 se trasladó a Perú, con otra familia chilena de la cual más tarde se separaría.

Ya independizada, estableció una posada para marineros en El Callao, denominada “Fonda Chilena”. Tras la llegada del Ejército chileno expedicionario comandado por Manuel Bulnes, Candelaria decidió enrolarse como soldado o cantinera.

Su labor en el Ejército fue una mezcla de soldado, enfermera, espía y mensajera. Durante el bloqueo del Callao por la escuadra chilena a cargo del Almirante Simpson, sirvió de mensajera y correo para llevar noticias a bordo. Evitaba la vigilancia enemiga, por medio de su disfraz de marinero.

No obstante su astucia, fue tomada prisionera y enviada a las casamatas (nombre con que se conocía a los fuertes del Callao), de donde logró salir gracias al triunfo chileno en la batalla de Portada de Guías.

Una vez liberada se unió al Ejército Restaurador, como se llamó al Ejército chileno, en su retirada al Callejón de Huaylas. En el Ejército de Bulnes, Candelaria se distinguió como feroz soldado y táctica, indicando los puntos vulnerables del enemigo. Acompañó a la tropa durante toda la campaña demostrando ser un buen soldado y además de solícita enfermera que curaba las heridas y protegía a los caídos.

El hecho que llevó a la fama a la humilde soldado fue el Asalto del Pan de Azúcar. Enrolada en el batallón Carampangue, se sumó a los 400 hombres que dirigidos por Bulnes rodearon el cerro y comenzaron a subir. Mientras desde arriba, arreciaban las piedras y las descargas bolivianas. De vez en cuando podían disparar, eliminando al enemigo que caía cerro abajo.

En ese trance, Candelaria recibió en sus brazos el cuerpo ya sin vida del capitán del Carampangue, Guillermo Nieto. Con sus últimas fuerzas, ella terminó el ascenso del cerro junto a la mitad del contingente original y combatió mano a mano contra los soldados de la Confederación Perú-Boliviana.

A las diez de la mañana, el sargento del batallón Valparaíso, José Segundo Alegría, clavaba la bandera chilena en lo más alto del cerro. El enemigo había sido totalmente diezmado. Posteriormente sufriría la derrota definitiva en la batalla de Yungay.

En reconocimiento a sus servicios el gobierno la ascendió al grado de alférez, concediéndole una pensión de 17 pesos mensuales. Esto la convierte probablemente en la primera mujer en recibir el rango de oficial del Ejército chileno.

ANEXO E.-

IRENE MORALES INFANTE(1865-1890):

Nació en La Chimba el 1 de abril de 1865. Fue hija de Ventura y de Marta. Siendo muy joven perdió a su padre, debiendo trasladarse con su madre al puerto de Valparaíso, donde aprendió el oficio de costurera con el que se ganaría la vida.

En 1877 y cuando Irene tenía sólo doce años, su madre la casó con un artesano mucho mayor en edad. Al poco tiempo debió sufrir la pérdida de su madre y de su esposo.

Huérfana, viuda y sin familia, tomó rumbo a Antofagasta, donde a los catorce años volvió a casarse. El dolor no acabaría ahí. Su marido, envuelto en una riña con un soldado al que finalmente dio muerte, fue condenado y fusilado por ese delito.

Corrían los días de la Guerra del Pacífico y la llegada de la Escuadra chilena a las costas del Norte, cambiaría su vida por completo. Su triste y solitaria existencia la llamó a servir a los demás y a su patria. Las penas que debió enfrentar aceraron su carácter, permitiéndole entrar a la historia de las mujeres de Chile.

Irene Morales fue cantinera. Admitida en el Tercero de Línea (hoy, Regimiento de Infantería Nº 3 “Yungay”), disfrazada de hombre y pese a su condición de mujer lo que era una curiosidad, pero no una irregularidad, fue aceptada como “un soldado tercerino”. Participó en el desembarco de Pisagua (2 de noviembre de 1879) y en el combate de Dolores (el 19 del mismo mes). Allí se unió a los soldados fusil en mano, para después preocuparse de la atención de los enfermos. Doble era la fatiga de las cantineras. Pues primero combatían atendiendo a los soldados con cantimploras de agua y luego dedicaban sus energías a velar por heridos y enfermos. Si las circunstancias lo ameritaban, cogían el fusil y combatían como todo soldado. Su fama llegó a oídos del General Baquedano, quien en reconocimiento a sus méritos le otorgó el derecho a vestir el uniforme y le concedió el grado de Sargento 2º.

Integrada a la Cuarta División se dedicó a lavandera, siendo partícipe de la batalla de Tacna, en que resultó levemente herida. En todas esas acciones, Irene se destacó por su entrega desinteresada y su valentía. La leyenda la sitúa entrando con las primeras tropas a la capital de Rímac, entre los jinetes del Regimiento Carabineros de Yungay.

A diferencia de la Sargento Candelaria, Irene Morales no gozaría del reconocimiento de su país en vida. El 25 de agosto de 1930 muere en la sala común de un hospital.

El coronel Enrique Phillips le dedicó un artículo publicado en El Mercurio. Allí, entre otras cosas, señaló: "Las Judith de Chile, fueron muchas en esa gloriosa jornada, pero ninguna superó en valor a Irene Morales, el tipo de la mujer chilena".



Nuria Marín, publicado en www.asociacionlossitios.com/manuelasancho.htm

M. Salas, General de Ejército (España), Obelisco Histórico, www.asociacionlossitios.com/castaalvarez.htm

www.ejercito.cl/historia/héroes

En algunos libros, se las designa como las Casas Matta o las Casas de Matta.

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